Familia Gil Arruti - Fuerza y Honor

El cáncer no lo sufre únicamente los que lo padecen. Aquí nos cuenta Bittor, un chaval de Donosti, amante de la pala y la playa, muy reservado, pero que ha sido valiente para animarse a compartir la lucha de su familia.

Victor Gil Arruti

4/8/20252 min read

En 2018, tras varias pruebas, al Aita le diagnosticaron cáncer. Fue un golpe tremendo, un revés difícil de asimilar. Recuerdo sentir una profunda rabia, una mezcla de impotencia y frustración por no entender el porqué. ¿Por qué a él? ¿Por qué ahora? Preguntas sin respuesta que solo aumentaban la angustia.

En nuestra familia, siempre hablamos de la enfermedad con naturalidad, como algo que, aunque duro, forma parte de la vida. Llega sin avisar, sin previo aviso ni preparación, y nos enfrenta a una realidad que nunca imaginamos vivir. Pero lo hablamos. Siempre lo hablamos. Y eso fue clave. Porque expresar lo que sentíamos, sin rodeos ni tabúes, ayudaba enormemente a quien estaba enfrentando la enfermedad. Compartir el miedo, las dudas y también los momentos de esperanza hacía que la carga fuera más ligera.

Sobra decir que los planes compartidos, los momentos cotidianos, la sencillez de las cenas, los paseos y las charlas sin rumbo se convirtieron en una medicina invaluable. No podemos medir su eficacia con números ni fórmulas, pero su impacto es incuestionable. Ayudan, y mucho. A veces, más que cualquier tratamiento.

La energía de quienes rodeamos a la persona enferma es, sin duda, un factor clave en su bienestar. Nunca hay que tratarlos como enfermos, pero tampoco olvidar la carga que llevan consigo. Se puede estar presente de muchas maneras, y en situaciones como esta, los detalles cobran una importancia vital. Un mensaje, una visita, una simple conversación sobre cualquier tema que no sea la enfermedad pueden marcar la diferencia. Mientras haya compañía, apoyo y positividad, nunca se pierde la esperanza de darle la vuelta a cualquier situación.

La razón por la que me identifiqué con el proyecto que Pablo y Lucía comenzaron fue porque me encontré en un espacio de confort, un lugar donde hablar de cáncer con la misma naturalidad con la que se elige el aperitivo del mediodía. Un entorno en el que no hay miradas incómodas ni silencios pesados, sino palabras sinceras y apoyo real. Por eso, os animo a dejar de lado el tabú y, en la medida de lo posible, abríos. Desde mi experiencia, hablar ayuda. Mucho.

Porque nunca sabes lo fuerte que puedes llegar a ser hasta que no te queda otra opción.

YWNWA